Hoy el día amaneció soleado como los últimos días y Carlos y David llegaron tarde como siempre, pero nos esperaban un montón de actividades de los más variado e interesante. Cuando por fin conseguimos que la manada estuviese reunida, comenzamos a trepar los 87 escalones, bastante incómodos por cierto, que separan la National Gallery del Mound, que es la colina en la que se encuentra la Camera Obscura.
Esta torre fue construida a finales del siglo XIX y desde lo alto se puede contemplar todo Edimburgo, además cuenta con un artilugio creado por la óptica Maria Theresa Short en 1835, que funcionando como periscopio a través de una cúpula y gestionado por un conjunto de lentes puede localizar la Royal Mile, al pie de la cual se encuentra. Eso te permite seguir a la gente caminando y como en un juego de magia “cogerlos” y “moverlos” a tu antojo sobre una mesa cóncava que cumple la función de pantalla de proyección. Es como un “gran hermano” en la ciudad. A partir de aquí cinco pisos nos separan de la planta baja y comenzamos a descender. En cada planta hay diferentes efectos ópticos, hologramas, pinturas que reflejan más de lo que se ve a primera vista, personajes ocultos tras un cuadro intrascendente, cuadros en 3D, un laberinto de espejos, etc. Total que necesitamos unas dos horas para probar y tocar todas y cada una de las exhibiciones.
A eso de las 11.30 nos encaminamos al National Museum of Scotland, que se encuentra a escasos diez minutos de allí y entramos directamente a la sala donde se puede experimentar con diferentes elementos y presenta una serie de muestras interactivas; bueno, pretendíamos llegar a esa sala pero estaba cerrada por reformas, al igual que una parte del museo, que se abrirá al público en dos días y no sé cuantas horas, según rezaba un reloj con la correspondiente cuenta atrás. Decepcionados vagaron por alguna que otra sala, aunque no les desbordaba el entusiasmo, así que nos los encontramos jugando a las cartas en la cafetería y en la entrada, como auténticos tahúres. Hoy se puede comprender, pues lo expuesto no era inmensamente apasionante, sino todo lo contrario y además ya apretaba el hambre.
Ante el riesgo de pérdida de consciencia de alguno por inanición, decidimos dirigir nuestros pasos debilitados al Pizza Hut, donde sabían que tendrían “barra libre” de pizza, pasta y ensalada, aunque esta última no se llevaba toda la gloria. Mientras hacíamos el camino nos parábamos de tanto en tanto a ver los artistas callejeros, aunque la boca se hacía agua y alguno estaba en trance de desfallecer. Tanto es así que a los que cumple su función de pelotón de cola, hoy iban en la vanguardia y había que frenarlos para evitar que rebasaran al jefe de filas. Una vez avisados y concienciados de servirse lo indispensable, nos adentramos en el local entre el crujir de tripas y los remolinos en los ojos. Nuestras mesas estaban dispuestas y nos colocamos como buenos soldados ordenados para recoger nuestro rancho. Como decíamos a la ensalada se le hizo poco daño. Una vez pasada la primera andanada de pizzas, la cosa se fue calmando y procedimos a entregar el premio a nuestro campeón de bolos de ayer: Cabo Martín Rojo, que fue galardonado con un gorro escocés con su correspondiente pelo rojo, una camiseta conmemorativa de Edimburgo y, como trofeo, un chupa-chups gigante. Emocionado y “más rojo” que nunca se sentó más que satisfecho. Continuamos engullendo un ratito más, pero por mucho que lo intentaron, llegó un momento que la tripa no daba más de si y hubo que claudicar. Abonamos la cuenta y nos fuimos al centro.
Teníamos un par de horas para darnos una vuelta, pero al cabo de ese rato aparecieron todos con bolsas y bolsas de compras de última hora, aunque aquello parecía lo de “gástese un millón en un día” porque parecía que alguno convulsionaba de la emoción con sus sudaderas, botas, anillos, crucifijos, medallitas, Vans, etc.; aunque hay que resaltar que la mayoría son presentes para papás y mamás, abuelas y abuelos, hermanos y hermanas, … incluso algún que otro tío o padrino puede que resulte agraciado.
Con nuestras bolsas a lo “pretty woman” descendemos la cuesta hasta el “Edinburgh Dungeon”, una especie de pasaje del terror, donde te reciben unos personajes repugnantes y cadavéricos y te van contando historias del pasado de la ciudad, pero no precisamente las más alegres, mientras te dan algún que otro susto al transitar por sus corredores y salas: un juicio por brujería a Ester (y mi por vestirme de mujer anoche, al parecer), la peste negra y su reguero de muerte, el arresto y consiguiente proceso de William Wallace que remató con su desmembramiento, el caníbal Sawney Bean, el fantasma de Mary King, etc. y entre sus atracciones había una “caída libre” que simulaba un verdugo ejecutando un ahorcamiento.
En fin, que pasamos una tarde de “pánico” antes de despedirnos para conseguir cerrar las maletas aunque fuese poniéndose a ahorcajadas sobre ella. Mañana nos vemos en el cole a las 09.00 y nos iremos al cine a pasar la mañana mientras nos custodian el equipaje, pues nuestro bus sale a las 14.00 horas hacia el aeropuerto.
Por cierto nos han informado que en La Región de hoy martes el periodista Moncho Conde Corbal ha escrito un artículo sobre nuestra tropa y sus andanzas y vicisitudes por estas tierras, ¡no dejéis de leerlo!
No dejéis de leer mañana el blog pues vuestros chicos os enviarán el mensaje tradicional de qué plato les gustaría ver sobre la mesa a la llegada. Y creemos que bien merecido se lo tienen después de lo bien que lo han hecho y los cargadas que van las maletas de regalos. Y por fin el jueves tendréis la última entrada de la temporada en la que cada uno expresará y expondrá su opinión de estas tres semanas de campaña por estas tierras escocesas.
Yo ya me había enganchado a estas crónicas de viaje, y ahora.... lo voy a echar de menos. He compartido y disfrutado cada día esta tourné llena de anécdotas, historias y preciosas fotos del grupo. Gracias Álvaro y Alba por tan buen trabajo! Thumbs up 4U!
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