martes, 12 de julio de 2011

11/07 Carlton Hill and Ceilidh

 

 

P1060659 ¡¡Qué capacidad!! ¡¡Qué dominio del ritmo!! ¡¡Qué capacidad para asumir las danzas escocesas!!...Pero vayamos por partes.

Hoy les ha tocado el premio a los “rápidos de Bouzas” a David y Carlos, por perder el bus que deberían haber cogido a las 08.00, con lo que llegaron 10 minutos tarde, así que contribuirán a engordar “la saca” común. Su retraso no les perjudicó académicamente porque hoy había reestructuración de aulas, con lo que las clases comenzaron con cierto retraso al tener que localizar cada uno su nombre en el papel y luego el aula correspondiente.

P1060664 Tras las oportunas lecciones nos volvimos a encontrar para la comida, que como siempre nos ha dejado a algunos más satisfechos que a otros. Hoy el sándwich más original estaba compuesto de mantequilla con queso y uvas. Increíble, pero cierto. Un souvenir que acabó en la basura por ser imposible de digerir, incluso por los más atrevidos.

P1060665 Gordon es nuestro monitor para la semana, así que le seguimos al bus y desde el centro emprendimos la visita a Carlton Hill. Esta pequeña elevación se encuentra al final de Princes Street y está compuesta por el National Monument (los escoceses lo llaman el National Embarrassment, la vergüenza nacional). Todo ello es porque cuando los ingleses comenzaron a llamar a Londres la Roma Británica, los escoceses quería que Edimburgo fuera la Atenas escocesa, así que quisieron copiar el Parthenon, pero el dinero se terminó y quedó solo la estructura de parte de la fachada, Aparte de esto está el observatorio, la torre y el cañón de Italia. Como hoy lucía el sol y se estaba tan a gustito, descansamos a la solaina un buen rato y nos tomamos con calma el paseo y el regreso. Las vistas de Princes Street desde lo alto son espectaculares, al igual que las de la parte antigua de la ciudad (The Old Town).

P1060682 Nos despedimos hasta las 20,00, porque teníamos el Ceilidh, las danzas tradicionales escocesas. Un buen escocés, con su bonito kilt, se dedicaba a explicar a más de cien desesperados adolescentes los pasos de distintas danzas y ellos con toda su buena voluntad hacían lo que se podía. Pasaron unas dos horas bailando hasta hartarse y no qP1060671uerían abandonar el salón, pero nosotros nos teníamos que ir porque había que regresar a casa antes de anochecer y, con un poco de suerte, estaríamos en cama antes de las 11.00. Agotados nos dispersamos por los distintos buses cada uno rumbo a su domicilio.

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