Y así pasaron la mañana, aunque hemos de decir que su preocupación por el Trinity últimamente no les deja mucho tiempo para el relax. Ahora que ya están todos en sus respectivos niveles, llegan las preguntas: “¿y este tema será bueno?”, “¿y si el señor este me pregunta algo que no entiendo?”, “¿y si me cambia de tema y ya no sé de qué hablar?”… Así que hubo que apaciguar un poco las cosas y tranquilizarles, diciéndoles que cada uno preparase un tema que le gustase, del que supiese hablar con soltura y que tampoco fuera en exceso difícil (claro, si por ejemplo te apasiona la ingeniería aeronáutica lo tienes complicado o la pesca de la anchoa en el Cantábrico…). Ya sólo les queda ponerse a ello, prepararlo en condiciones y el miércoles o jueves, según les corresponda, presentarlo al examinador con entusiasmo y tranquilidad (esperemos, aunque seguro que a más de uno le comen los nervios). Como el día estaba fantástico, muchos tuvieron sus clases al aire libre, lo que se agradece mucho.
Para relajar un poco los ánimos, después de cenar con nuestras respectivas “host families” nos fuimos a desahogar al Laser Quest, un juego muy divertido que algunos ya habíamos probado en otras ocasiones. La cosa consiste en dividirse en equipos y realizar “combates” (pacíficos, claro) entre dos grupos. Y el perdedor con el siguiente y así hasta jugar dos partidas cada uno. Os recuerdo que grandes empresas lo incluyen como terapia anti-estrés entre sus trabajadores, o eso de destrozar televisores a mazazos, o el famoso paintball, etc. ¡¡Nadie mejor que nuestros “soldados” para ser un buen escuadrón!! Todos nos pusimos unos chalecos bastante aparatosos que tenían enganchada una especie de arma láser. En medio de un laberinto tenías que localizar a los del equipo contrario (según la luz del chaleco, verde o roja) y disparar en las zonas clave (pecho, hombros, arma, espalda) para dejarles en “game over” durante cuatro segundos e ir acumulando puntos para tu equipo.
Así, cada uno con un nombre de guerra más aguerrido que el anterior, jugamos nuestras partidas correspondientes hasta quedar exhaustos, pero con una sonrisa en los labios. “Buah, yo te disparé muchísimo”, “pufff, a mí fulanita me acorraló en una esquina y no paró de dispararme hasta que me dejó en game over”, “¡eeeh, no valía ensañarse de ese modo!”. Al final todos recibimos nuestros cartoncitos correspondientes con la puntuación de nuestras dos partidas y nuestro ránking. El top-gun del equipo ha sido Carlos D., para eso ayer lo nombramos capitán de un equipo en Londres.
Cansados y con ganas de tender nuestros rendidos huesos sobre una cama blandita,
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