Eran las 08.30 am y suena el móvil con el primer mensaje del día: "Yo ya estoy fastidiaros todos espero que llegueis tarde y que tenga que irme sin vosotros" (es copia literal, por favor obviemos los errores ortográficos y la ausencia de signos de puntuación), firmado Ángela. ¿Pero qué hacía esta mujer en el punto de encuertro, "La i", noventa minutos antes de la hora acordada? Debió ser para compensar nuestra espera del día anterior, así que se entretuvo en Primark comprando unos calcetines.
En fin, a las 10.00 estábamos todos en "La i" y nos dirigimos al zoo. Habíamos programado una visita ajena a la escuela para ocupar la mañana del domingo. ¡¡Menuda mañana de lluvia!! Desde que entramos en el recinto no cesó de caer agua ni por un momentos; a ratos jarreaba y por momentos orvallaba, pero salieron a relucir paraguas y chubasqueros por todas partes. Tal era la cantidad de agua que ni los pobres animales se atrevía a salir. Esto fue lo que nos sucedió con los pandas para los que tienes que reservar hora pues no dejan que esté mucha gente en el recinto al mismo tiempo. Algunos nos rendimos antes y otros aguantaron casi una hora a cobijo esperando a que el amoroso oso asomase la nariz, y sí lo hizo, pero cuando sacó la cabeza se volvió atrás y ni el jugoso bambú que le dejaran los cuidadores logró que abandonara su cobijo.
Este zoo es famoso por tener la mayor población de pingüinos en cautividad y, de hecho, los sacan a hacer un pequeño desfile por una de las calles del escarpado lugar. Pero ya no esperamos a verlo porque estábamos empapados, aunque el resto de animales: koalas con su cría en la bolsa, cebras, rinocerontes, tigres, ... no se escaparon al objetivo de las cámaras y móviles. Aunque lo que más enternecedor de les resultó a todos fue un caracol: Candela le dio de comer manzana, Gonzalo lo dejó pasear por su mano para que quedaran suavecitas y Belén lo bautizó con el nombre de Larry y adiestró y nació entre ellos un vínculo que fraguó en pocos minutos.
A las 14.30 estábamos en la pista de hielo del estadio de hockey de los Capitals. Todos quedaron impresionados por el tamaño de la cancha y se entusiasmron mientras calzaban sus patines, salvo tres cobardicas: Jacobo, Quique y el que suscribe. Así que nuestra tarea era grabar, fotografiar y vigilar las mochilas, Algunos mostraron cierta habilidad, como Pablo o Candela, otros fueron ganando confianza a medida que pasaba el tiempo, como Analía, Eva o Elena; otros no mejoraron demasiado con el paso de los minutos, como Diego o Gonzalo; y finalmente estaba Alejando, "el Patinador Kamikaze", el cual sufría una caída por minuto pero "abandonar es de cobardes", decía, hasta que finalmente, por su propia integridad optamos por mandarlo salir. Un buen rato, aunque muy fresquito para los que estábamos fuera. Mañana se notarán los moretones en caderas, brazos o rodillas como Adrián, Lucía o Aida.
Agotados y con los pies doloridos salimos al calorcillo de la calle, donde ya no llovía, y aprovechamos para darnos un paseo hasta la siguiente parada de bus al centro mientras admirábamos en un concesionario los deportivos de MacLaren, Porches, Rolls, Mercedes, ... Al llegar al centro, algunos decidieron darse una vuelta en la noria de Edinburgh Eye, aunque se bajaron bastante defraudados para el precio exigido y Alejandro y Jacobo muy mareados.
Mañana comenzamos nuestra última semana.
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