jueves, 20 de julio de 2017

19 MUSEUM OF FLIGHT

Ya estoy de vuelta y Adrián hizo un gran trabajo durante estos dos días tanto con los grumetillos como con el blog, que lo mantuvo al día con gran eficacia y estilo. Ayer al llegar me los encontré a todos en la penumbra de la "Sala Común" viendo una película todos entusiasmados, acompañados de palomitas y de postre unas gominolas para endulzarles el gaznate, venidas especialmente de Barcelona por transporte urgente, mientras esperaban los taxis con rumbo a casa.. 

Me sorprendió encontrarme a la mayoría colorados con "guiris en Benidorm",  al parecer por la tarde del lunes de deportes en el parque, pero tras dos días de calor, hoy las nubes y la lluvia nos han dado un respiro. Como cada mañana, la tropa va aproximándose al cole adormilada aunque con entusiasmo y por lo que podemos percibir, salen contentos de las mismas. El hecho de que sean por la mañana se les hace más digerible, pero todos afirman que son entretenidas y diferentes.

Hoy tocaba "hot lunch", concretamente una apetecible lasagna que todos disfrutaron en compañía de otro grupo de estudiantes, aunque tuvimos que defender nuestro bastión y evitar que nos cogieran la mesa que solemos utilizar. Somos animales de costumbres.

Con el estómago lleno y una gran cantidad de tráfico en la carretera, nos pusimos en marcha hacia el Museum of Flight, un lugar cercano a Edimburgo montado en una antigua base aérea y en el cual los alumnos pudieron admirar diferentes aviones y armas de todo tipo. 

Uno de las primeras naves que avistamos fue el famoso Concorde, el más veloz del mundo, capaz de recorrer el trayecto Londres-Nueva York en menos de 4 horas. Según la tarea que nos tocó hacer hoy durante la visita, volaba a unos 55.000 pies, altura desde la que se aprecia la redondez de la tierra y a dos veces (match 2) la velocidad del sonido. Incluso tuvimos la oportunidad de verlo por dentro, con cierta sensación de claustrofobia al tener las ventanillas extremadamente pequeñas y un espacio interior aparentemente más estrecho que un avión tradicional; y comprobamos lo difícil que debe ser pilotar un avión al ver la cabina de mandos con un número infinito de botones e interruptores. Entretanto, Belén hacía el papel de "sobrecargo" y desde su puesto de control anunciaba al pasaje todo lo relacionado con el vuelo a punto de despegar.

A partir de ahí, la visita transcurrió por diferentes hangares, desde aviones de combate impresionantes hasta armas de todo tipo, y sin olvidar la competición de aviones de papel en la que Anxela demostró tener futuro como ingeniera aérea o cuando Analía también quiso desafiar a la gravedad lanzándose por una tirolina.

Era la hora de volver a la city, y para ello regresamos en bus hasta el centro donde  esperaban con ganas el ansiado shopping. No sin antes, y al estilo de un vuelo, ovacionar con un fuerte aplauso a nuestro conductor, lo que ya se ha convertido en tradición en todas las salidas.

Princess street se llenó de mochilas rojas de un lado para el otro en busca de las mejores compras y regalos, y visto lo visto, la mayoría ha caído en la tentación. No sé si habrá algo para nuestros amables lectores, seguro que sí, aunque presiento que la mayoría de lo adquirido va a acabar en la "taquilla" de nuestros soldados.

Ya para terminar y antes de regresar con las familias, hemos cenado todos juntos en el KFC. Aquí un amable camarero, español para más señas, nos fue explicando las diferentes opciones, porque como somos de provincias, en Ourense no disfrutamos de esta cadena de "comida tradicional" americana; mientras una compañera, también española, nos iba sirviendo las comandas. ¡¡Ahora entiendo yo eso de "españoles por el mundo"!! Con lo fácil que es encontrarnos por todas partes... Si será verdad aquello de la canción de "hai un galego na lúa, lúa".

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