Emprendimos la ruta empujando a los más cansados (Reyes, Ester y Antía) que poco a poco fueron cogiendo ritmo aunque no abandonaron la retaguardia del pelotón en ningún momento. Pasado Holyroodhouse se nos presenta un camino asfaltado, que poco a poco se va diluyendo en un camino de tierra, el cual, a medida que avanzamos, se convierte en un sendero con escaso espacio para ir en paralelo. Antonio, junto con Gordon, encabezan el grupo y cincuenta metros más atrás Alba y yo empujamos a las susodichas. Tras una media hora, tomamos el primer descanso en una verde explanada, aunque algunos no se percataron y pusieron sus posaderas sobre los restos del paso de las ovejas y cabras por el lugar. Tras las risas y burlas que siguieron a la situación, nos encaminamos a lo que ya no era ni camino ni sendero, sino un paso estrecho con un montón de piedras que pretendían ser escalones, pero no podían definirse como tales.
Veinte minutos más tarde vislumbramos nuestro destino final y apretamos el paso, aquellos que aún tenían energía, pues otros se tomaron un descanso previo para retomar aliento. Nos reunimos todos allí arriba, donde nos acompañaron varios turistas más y, sobre todo, mucho viento. Nos sentamos y disfrutamos del espectáculo de ver Edimburgo desde la cima, aunque en algunos momentos fuera difícil mantener la verticalidad. Gordon comentaba que el lunes cuando acompañó a un grupo de italianos, la bruma y el viento eran tales que no se veía a más de tres metros, pero nosotros contamos con el favor de Meteoro, que consiguió mantener el sol en lo alto toda la tarde.
Desde ayer ya disfrutamos de Wifi en casa, con lo que dejaremos de piratear las de los vecinos sin clave y podremos actualizar el blog con tranquilidad. Ha sido una deferencia de nuestra familia al saber de nuestro blog y del sentido que tenía para los chicos y sus familias en España.