Cada uno se acomodó como pudo para sobrevivir hasta la mañana siguiente con sólo dos paradas; al amanecer ya se divisaba Manhattan a lo lejos. Última parada para desayunar en un inmenso hiper, Walmart, donde nos hicimos con cafés, donuts y chuches varias para el resto del día, además de asearnos un poco antes de desembarcar en Times Square.
¡¡Dios, menudo aguacero!! Rayos y truenos. Si fuéramos galos pensaríamos que el cielo se iba a desplomar sobre nuestras cabezas. De la nada, surge un chico de color con carrito del súper lleno de paraguas gritando a pulmón "Umbrellas, 5$"; este vendedor seguro que no estudió marketing en su vida ni hizo un estudio de mercado nunca, pero, ¡Dios! se ve que tiene un sexto sentido para el negocio: no le llegaban las manos para repartir mercancía.
Continuamos nuestro tour subiendo hasta el fondo de Central Park, pasando por el Plaza Hotel y bajando por la 5th Avenue viendo todas esas tiendas inaccesibles para la mayoría de los mortales, hasta alcanzar el Rockefeller Center. Allí nuestra guía se despidió y tomamos nosotros el mando de las operaciones.
Un tentempié rápido: café, galletas o chuches y nos encaminamos al edificio de las United Nations, pasando por Central Union Station, esa en la que despiden los protagonistas en todas las películas. A medida que bajábamos nos íbamos encontrando más y más policías: coches, motos, grúas, furgonetas, FBI, coches de incógnito... Hasta que la curiosidad de nuestro intrépido reportero, Saúl, le superó y se acercó a un policía que le dijo que Obama estaba por allí. En unos segundos todo se volvió sirenas y motos y coches y silbatos y todos nosotros a gritar: ¡president, president! Y una mano, dicen, asomó de una limosina. Las leyendas cuentan que era aquel que instauró el famoso "yes, we can". Charlamos con unos policías sobre el evento y nos dieron ciertas pautas de seguridad y que tuviéramos cuidado con los "pillos", palabras textuales de policía con antecedentes puertorriqueños, al que por cierto Obama no le simpatizaba demasiado.
Emocionados nos fuimos al Madison Square Garden y aprovechamos para almorzar y refrescarnos, pues pasamos de la tormenta de primera hora a un calor que superaba los 32º, bajo un cielo encapotado. De aquí pasamos por el Flat Iron Building, ese que hace cuña entre Broadway y la 5th Avenue y regresamos al lugar de encuentro con nuestra guía Amilia. Y de ahí al hotel en Nueva Jersey en el metro donde a todos se nos cerraban los ojos y sólo eran las 16:00. Tomamos posesión de nuestros alojamientos en el Element by Westin: aparthotel precioso con habitaciones cuádruples. Una duchita y de nuevo a la Gran Ciudad. Harry y Amilia nos descargaron cerca de Times Square y el bus se fue, mientras ella acompañaba a aquellos interesados en los musicales de Broadway a coger sus entradas.
Nosotros, por nuestra parte, nos disolvimos entre el gentío de la famosa plaza de los luminosos y les dejamos poco más de hora y media para cenar y disfrutar del ambiente. Entretanto Jr y yo nos fuimos a comer algo y a comprar lo más americano del mundo dulce de estas tierras: unos donuts del Dunking Doughnuts... estos no tenían más fin que celebrar el cumple de Lucía Gómez (por adelantado) y los 18 de Saúl (con cierto retraso). Fue un rato memorable ver a un grupo de españoles cantar el Cumpleaños Feliz a toda voz mientras se aproximaba la caja de dulces con sus correspondientes velas; por lo inesperado del momento resultó aún más emocionante. Creemos que les ha encantado y que les quede un buen recuerdo en el recuerdo y a través de las tarjetas que todos les firmamos. Luego ya nos "venimos arriba" y se arracaron con el "Ondiñas veñen e van", con el "Que din os rumorosos" y el " Un beso y una flor" y, ¡hala!, venga chinos a grabar y otra gente a unirse a la farándula... Así que los tuvimos que sacar de allí y nos fuimos a ver la 5th Avenue por la noche hasta el Plaza Hotel y, rendidos, regresamos al hotel y cada uno a su madriguera.
DOMINGO
Los profes madrugamos para no encontrarnos con todo el gentío de los dos buses que pernoctábamos en el Elements, pero ya nos topamos con algunos de los nuestros que estaban hambrientos y habían tenido la misma idea. El desayuno, al igual que las habitaciones, fue excelente y bastante variado; por otra parte, ayudaba mucho el hecho de que fuese tipo buffet.
A eso de las 08:20 salimos hacia Manhattan, más concretamente, a Central Park. La primera parada fue el edificio Dakota, donde residía John Lennon, y luego ya nos metimos por los senderos del parque donde, por cierto, se celebraba una carrera popular. Pasamos por el Lake, luego el castillo y finalmente por el monumento a Alicia en el País de las Maravillas y, casi sin darnos cuenta a pesar de la pereza inicial y un par de gritos, aparecimos en el otro extremo del pulmón de New York donde nos esperaba Harry, siempre sonriente, en el bus.
Con todos a bordo y a refugio de los 37º grados del exterior bajamos por la 5ª Avenida hasta el fondo de Manhattan, haciendo una pequeña parada en el distrito financiero, más concretamente en Wall Street con su famoso toro dorado: unas cuantas fotos por el frente y otras pocas por la parte trasera donde destacan sus dotes masculinas, más brillantes que el resto de la figura por tantas manos que le ponen encima. Cuando alcanzamos la costa, Amilia había ofrecido a los pasajeros del bus la opción de subir al barco y hacer un crucero de 90 minutos alrededor de la Estatua de la Libertad y Ellis Island al precio de 20$, pero sólo Sofía B. y Rebeca se animaron. Mientras ellas hacían la travesía los demás nos dimos un paseo de 15 minutos bajo el calor y alcanzamos el otro extremo de la isla desde donde se podía divisar la Estatua a la sombra de unos árboles de Battery Park. De regreso disfrutamos de la vista del puente de Brookling y desde allí al Memorial 911, es decir , la Zona Cero o el World Trade Center; convertido ahora en un espectacular edificio con dos profundas fuentes al frente, que dan una sensación de vacío y rodeadas por placas con los nombres de los que perdieron la vida ese fatídico día.
A partir de aquí nos acercamos a Chinatown a comer y a regatear en esa caótica zona de NY donde hacernos con Rolex, Nike, Muchael Korrs, Prada, etc. Ya éramos libres y no dependíamos de guía ni bus, así que nos organizamos a nuestro aire. Nos dimos dos horas hasta volver a vernos y, tras el tiempo estipulado, aparecieron todos con sus bolsas y una sonrisa en la cara por los descuentos conseguidos; por ejemplo, una camiseta de 15$ hasta acabar pagando 2$, o bolsos y carteras sacados a mitad de precio.
"¿Estamos todos? Bien pues rumbo norte" Tomamos Broadway y subimos desde el sur hasta el Empire State. Haciendo paradas a tomar un helado, o a visitar alguna que otra tienda, o a tumbarnos sobre el césped en Union Square al "fresco" de los árboles y así, sin prisa, llegamos a nuestro destino tres horas después de abandonar Chinatown. Comenzaron el día perezosos pero terminaron como campeones. Son como los coches diesel, no son explosivos en velocidad y a veces un tanto reticentes a apurar en la arrancada, pero aguantan muchos kilómetros. De hecho estos dos días caminaron unos 30 Km. según esas aplicaciones que tienen ahora estos smartphones.
A las 20:00 visitamos la entrada del Empire State Building y nos fuimos a cenar mientras no llegaba nuestro bus a recogernos para devolvernos a nuestro confortable alojamiento de Harrison (New Jersey). Al llegar al hotel, reunión del grupo y últimas instrucciones para el día siguiente y esa noche, especialmente no abandonar el hotel bajo ningún concepto ni molestar al resto de huéspedes durante la noche.
LUNES
A la hora del desayuno se presentaron todos y tras llenar la barriga nos reunimos con Harry, Amilia y el resto de pasajeros y emprendimos regreso a Toronto. Todos adormilados dejamos que pasaran las horas hasta llegar a las 14.00 a los Waterloo Outlets, que esta vez sí eran realmente outlets y acabaron de gastar los pocos dólares americanos que les quedaban. Comida y de nuevo a nuestro bólido y cruzamos la frontera una vez más en Niagara, pero esta vez eran los canadienses los que nos recibieron y nos dejaron vía libre en seguida; tan rápido fue que alcanzamos Toronto media hora antes de lo esperado.
Ahora ya estamos todos en casa sin novedad y con una visión a pie de calle de lo que es Nueva York. ¡¡A dormir y a recuperar energías para los días que nos quedan!!