Hoy madrugamos un poco menos y al abrir las cortinas lucía un sol maravilloso que presagiaba un buen día, no como a Aroa y Lucía que llegaron tarde y han tenido que colaborar en la pizza de final de curso.
Con todos asentados en el bus emprendimos camino hacia Lake District, así llamado porque es un parque natural nacional compuesto por una serie de lagos en un entorno envidiable. Nosotros nos dirigimos al más conocido, Windermere, al cual por cierto nuestro conductor desconocía el camino y se pasó el desvío unos 30 Km, lo que nos supuso un retraso de 45 minutos… En fin, olvidando el percance y volviendo a lo que nos ocupa, Windermare es un pueblecito encantador (al estilo de Allariz, para que os hagáis una idea) con una iglesia del siglo XV y unas callejuelas llenas de tiendas y casas con sus balcones adornados con preciosas flores de colores y un montón de turistas callejeando. El lago en sí mide 10,5 millas de largo y más de una milla en su parte más ancha y tiene una profundidad de 67 m. Se le llama, como dije, Windermere, tanto al lago como al pueblo, pero no Lago Windermere pues Mere significa “agua” y seria una redundancia. Tan solo hay uno llamado lago en todo el distrito y ese es Basenthwaite Lake.
Bien ahora que ya estáis enterados de lo que teníamos ante nosotros, seguimos con el relato. Bajamos del bus y algunos desesperadamente buscaron los baños para aliviarse tras tanto tiempo en el autobús y luego comimos en un precioso campo, pues ya apretaba el hambre. Alguno como Manuel ya se lo había tragado todo en el bus pues no se pudo aguantar. Recogimos y nos fuimos al crucero por el lago. Ante la enorme cantidad de gaviotas, gansos y patos que nos sobrevolaban, y muchos ya escarmentados de las deposiciones de las palomas, de repente todos se desplazaron bajo el alero de un quiosco a cubierto de cualquier contingencia. Sobre el barco nos tomamos unos buenos baños de sol, que por momentos llegó a ser excesivo, y 45 minutos más tarde desembarcamos en el muelle.
Tras tanto sol un buen helado siempre se agradece, no importa el precio. Así que fuimos a una famosa heladería y allí disfrutamos cada uno de su sabor favorito durante quince minutos, tras los cuales nos fuimos con Ashley, nuestra monitora, a dar un breve paseo por los alrededores y luego nos tomamos una hora de descanso por libre, que unos ocuparon en dejarse quedar en el césped, otros siguieron la conversación interrumpida ayer tras la fiesta con los franceses (¡¡cuidado Julia!!) y otros a dar un breve paseo por el pueblo. Así que a las 16.00 horas todos en el bus y de vuelta a Liverpool. Esta vez solo nos llevó una hora y cincuenta minutos; aunque, como había previsto el parte meteorológico, nos recibió una insistente lluvia que aún ahora persiste. Lo cierto es que en una semana que llevamos por estas tierras el tiempo nos ha respetado más que nunca, que yo recuerde.
Mañana dormiremos un poco más y nos veremos en el centro a las 10:45. Tenemos un buen plan reservado.
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