Ya algo más descansados después del ajetreo y la adrenalina de los dos días en Orlando, nos disponemos a narrar las estupendas experiencias que allí vivimos.
El primer día, tal y como dice el refrán “no por mucho madrugar amanece más temprano”, así pues salimos cuando todavía el sol ni siquiera despuntaba. Con caras de sueño y la paradoja de si nos apetecía más volver a la cama o llegar a Disney, subimos todos al bus y nos dispusimos a hacer lo posible por descansar en el camino para llegar al parque lo más frescos posibles. En este viaje se nos unieron un grupo de rusos, a los que tuvimos que pasar a buscar en Boca Ratón, para luego continuar rumbo a la aventura. El trayecto que nos esperaba era de entre 3 y 4 horas, pero se hizo más llevadero con la parada de rigor en el camino, en la que la mayor parte de los chicos fueron directos al Dunkin Donnuts a por unos cafés y la caja de rosquillas de rigor, que más de uno y de una iba luego relamiéndose los bigotes.
Finalmente y tras algunas cabezaditas inquietas llegamos al paraíso de la magia: Disney World. Puesto que el parque es inmenso, nosotros solamente visitamos la parte llamada Magic Kingdom, donde se encuentra el famoso castillo de la Bella Durmiente y los personajes más tradicionales. Aunque al principio algunos eran más reticentes a las atracciones suaves, ya que no disparaban su adrenalina como es debido, al final todos acabaron por encontrar ese niño interior y se dejaron llevar por él.
Entramos por la calle de Main Street USA, toda una avenida de tiendas decoradas al más puro estilo americano de los años cincuenta, al fondo de la cual ya se divisaba el inmenso castillo que preside el parque. Tuvimos buena suerte, ya que nada más llegar nos topamos con una cabalgata en la que se encontraban personajes tan famosos como Woody de Toy Story, el Genio, el Rey Loui de El Libro de la Selva y sin olvidar a Mickey, Minnie, Goofy y el Pato Donald. Tras sacarnos algunas fotos de grupo, los chicos se dividieron y se dirigieron a diferentes sitios: unos querían ir a las atracciones de agua (el calor ya apretaba a esas horas de la mañana), otros a las tiendas, otros a ver las distintas zonas… Los que se decidieron por el “chapuzón” eligieron el Splash Mountain, que consistía en un barco que te llevaba por los escenarios de Canción del Sur, perfectamente recreados, para acabar en una caída que daba la falsa sensación de llevarte directo a un matojo de espinos, pero al final pasaba por debajo de ellos y acababas calado de los pies a la cabeza (sobre todo los que estuvimos en las esquinas). Otra atracción que causó sensación fue la dedicada a Piratas del Caribe, que a pesar de no tener velocidad ni salpicaduras, gustó a todos por su realismo a la hora de recrear el mundo de los saqueadores, Jack Sparrow incluido. Tal era el realismo que más de una se sorprendió al ver que algunos de los piratas mecánicos tenían ¡hasta pelos en las piernas! También nos entretuvimos en el Big Thunder Mountain Railroads, más conocido como el “tren de la mina”, que ya cogió un poco más de velocidad que las anteriores y nos proporcionó una vuelta al estilo minero americano (hologramas de canarios y explosivos incluidos en la zona de la cola).
También en el parque había una zona espacial, en la que se encontraban atracciones ambientadas de forma más tecnológica y como supusimos que en otros planetas las naves estarían más evolucionadas y nos darían un subidón de velocidad, allá nos fuimos. Así, tras un buen rato de cola llegamos al Space Mountain. Hemos de decir que el rato de espera se nos hizo entretenido, ya que había juegos de satélites que disparaban o que tenían que unirse entre sí, y después de algunas risas y competiciones para ver quién sacaba más puntos, cuando nos dimos cuenta ya estábamos a punto de subir a la nave. En cuanto arrancamos ya supimos que nuestras expectativas se iban a cumplir, porque aquello cogía velocidad en cosa de segundos y de repente íbamos a toda mecha por medio del espacio, luces de colores y estrellas incluidas. Al salir algunas ya dejaron claro que ellas no querían volver a saber nada de aliens y que allí no montaban más, pero otros prometieron regresar luego las veces que hiciera falta para darse otra vueltecita por las carreteras interestelares. Pasando a algo más suave para calmar los ánimos, decidimos ir a “matar marcianitos” en el Buzz Lightyear’s Space Ranger Spin, lo que al final se convirtió en una competición para ver quién sacaba más puntos.
Cuando nos dirigíamos a otra parte del parque, las nubes que se habían ido arremolinando en el cielo decidieron que ya iba siendo hora de molestar un rato a los “guiris” y nos soltaron una chaparrada encima de nuestras pobres cabezas, así que, corriendo como pudimos fuimos a refugiarnos en tiendas o tejadillos. La tormenta, truenos y rayos incluidos, duró cosa de 45 minutos, durante los cuales aprovecharon para echar un ojo a los souvenirs e ir pensando en qué querrían comprar después. Aunque algunos no pudieron aguantar y se compraron un Mickey de chocolate fondant para quitarse el disgusto de la lluvia. Pero la tormenta al final nos dio tregua y pudimos salir de nuevo, con una temperatura mucho más agradable en el ambiente.
Dejamos los más tradicional para el último rato y después de tanta modernidad optamos por ir a ver la villa de la Bella y la Bestia, donde podías entrar a la casa y al castillo en una especie de atracción multimedia en la que los propios personajes te contaban la historia de amor entre los protagonistas. Incluso algunas personas del público podían contribuir , con tan buena suerte que Saúl pudo ser la tetera Sra. Potts durante el espectáculo y sacarse una foto con la guapísima Bella. Antes de dedicar un rato a las compras que todos deseaban, dimos una vuelta en el magnífico tiovivo que se encontraba al otro lado del castillo, repleto de caballos perfectamente decorados con sus bridas y sus armaduras.
Para terminar solamente nos quedaba ver el maravilloso espectáculo de fuegos artificiales. Unos grandes proyectores (que no logramos situar) mostraban imágenes en la fachada del castillo, convirtiéndolo en ocasiones en una auténtica pantalla de cine en la que los personajes de Disney iban tomando forma junto con las canciones que resonaban por toda la zona. los fuegos artificiales acompañaban a este espectáculo visual, para dar a todo el conjunto un final apoteósico que dejó a más de uno con la lágrima a punto de caramelo.
Ya agotados de todo el día, nos reunimos en la entrada del parque para ir al hotel, no sin antes hacer una paradita en una pizzería para coger la cena, que ya a todos nos rugía el estómago después de tanta atracción. Las pizzas fueron saliendo poco a poco, a cada cual más grande, y raudos y veloces nos fuimos al hotel. Pero cuando llegamos… ¡sorpresa! Era un hotel estilo película americana. Con “película americana” no nos referimos a “Pretty Woman” o a “Sexo en Nueva York”, sino más bien a algo como “Psicosis” o “Nunca juegues con extraños”. Después de intentar encontrar las habitaciones y al final conseguirlo, cada uno se puso a inspeccionar la suya, con tan mala suerte que las pobres Silvia y Ana se encontraron una inquilina anfibia en su cuarto a la que tuvieron que echar con ayuda de las chicas de las habitaciones más cercanas. Se ve que la fauna anda suelta por Florida como Perico por su casa, porque Adrián de vuelta de la recepción se encontró con un mapache todo pancho paseando por las inmediaciones. Aline y Ana alegaban que en su cuarto la radio se encendió sola cuando ellas entraron, así que por unas cosas o por otras acabaron casi todos por no dormir y decidieron hacer mejores cosas como charlar, jugar a las cartas y demás. Así estaban la mañana siguiente, con las pestañas pegadas y sentados como zombis en las mesas del desayuno pidiendo cafés a diestro y siniestro. Aunque aquí los “group leaders” dormimos a pierna suelta, ya que el encargado de seguridad del hotel nos tomó el relevo y se encargó de que todos estuvieran formales.
En el buffet del hotel la mayoría optaron por desayunar a lo americano, con huevos revueltos, bacon y tortitas llenas de chocolate o de sirope. Otros ya solo querían café y más café y algunos ni siquiera tenían muchas ganas de desayunar con tanto sueño. Pero todos comieron algo, ya que nos esperaba otro largo día en Universal Studios, más concretamente en la zona llamada Island of Adventure, donde se encontraban zonas ambientadas en Marvel, Parque Jurásico o Harry Potter entre otros.
Esta última fue la que atrajo mayor atención por sus decorados, ambientación y atracciones; junto con sus “cervezas de mantequilla” y su tienda de varitas mágicas. Aquí se perdieron por sus callejones un buen grupo de ellos, mientras otros decidieron ir a probar las grandes montañas rusas que hacían aumentar la adrenalina hasta niveles difíciles de soportar para simples mortales, mientras el resto buscaba las atracciones de agua porque el calor por momentos se hacía insoportable y necesitaban refrescarse.
Así llegó la hora de la comida y, a pesar de que en un principio nos informaran que la entrada daba acceso a ambos parques, Island of Adventure y Universal Studios, sólo pudimos recorrer el primero, por lo que algunos, más ansiosos de emociones fuertes, se perdieron las dos o tres atracciones que había en el segundo que les hubiera gustado probar.
Así llegaron las seis, y como si estuviese planeado, volvió a caer la lluvia y nosotros a refugiarnos a nuestro bus que nos devolvería a Fort Lauderdale. La marea humana comenzó a deslizarse hacia la salida bajo paraguas e impermeables o a la carrera, como nosotros.
A las 21.45 estábamos en la puerta del cole, derrotados pero felices de toda la experiencia vivida estos dos días. ¡¡Creo que se lo han pasado bien!! ¡¡Podéis preguntar!!
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