Para el día de hoy nos esperaba la tranquila ciudad de Naples, un lugar al que muchas personas mayores van a vivir cuando se retiran, para pasar unos años apacibles. Nos juntamos todos en la escuela, como cada día, y pronto el autocar vino a recogernos. Tras hora y media de viaje (unos durmiendo, otros con los auriculares puestos, y algunos con los juegos del móvil), llegamos a nuestro destino.
Allí nos concedieron un rato de compras por las tiendecillas locales y en cuanto nos dejaron libres tuvimos que ir a resolver unos cuantos asuntos. Primero, pasarnos por la farmacia a comprar una medicina para la pobre Patricia, que entre el aire acondicionado que ponen en todas partes y el calor que hace fuera, el catarro que traía a bordo se amotinó ´pillándola por sorpresa. A remolque se acercaron aquellas que llevaban sufriendo el implacable ataque de mosquitos estas dos noches, Aline y compañía; parece que la sangre española está más rica que la americana o puede que lo hagan por probar la dieta mediterránea, pero el caso es que se están dando un banquete a nuestra costa. Finalmente, nos quedaba buscar una tienda que dipusiera entre su stock de teléfonos liberados que funcionasen con la SIM española que Sandra tiene en su fallecido Nokia, acontecimiento este inesperado y cuya muerte le sobrevino sin previo aviso o síntomas de ningún tipo; esta fue una tarea harto imposible pues localizar tal tecnología un domingo de mañana en una ciudad desconocida se convirtió en la “Mission Impossible” del día, quizá por no contar con Tom Cruise entre la tropa.
A las 12:30 nos fuimos a la playa, unos decepcionados porque las tiendas para “abueletes” no eran lo que buscaban y otros más contentos porque sus expectativas de “shopping” no eran tan avariciosas, pero todos muy contentos porque por fín iban a probar el agua del Caribe. Ante nuestro ojos una enorme playa: busquemos un lugar para acampar y al agua. “Meu dito meu feito”, decimos en Galicia, en otras palabras, en un abrir y cerrar de ojos, unas veinte fieras tomaron el lugar al asalto como auténticos “Piratas del Caribe”, fue un abordaje en toda regla que pronto se vio repelido. Torres sale el primero alegando que le pica en la cintura, luego a Carlos siente cierto escozor en un lugar no digno de mención, David entre piernas y espalda no le queda lugar sin marcas y, finalmente, el más dolorido es Alex, que notó la caricia de las medusas en el lagrimal de su ojo izquierdo. Un apiadado ciudadano americano no informa que no nos metamos en el agua pues está infestado de “jellyfish” (medusas) y ahora entendíamos por qué una playa tan estupenda estaba plagada de gente tomando el sol pero nadie se refrescaba en el mar sino en las duchas. Con tal agresividad marina decidimos cambiar de lugar y nos desplazamos unos kilómetros más al norte donde, ahí sí,pudimos disfrutar en el agua de juegos y bromas entre nosotros y con estudiantes de otras culturas: árabes, rusos, alemanes, brasileños, …
A la hora estipulada, regresamos al bus, no sin antes sufrir una tromba de agua de tres minutos que nos empapó de nuevo como ducha natural inesperada el trayecto desde la playa al transporte. Luego, una vez más, risas, charlas, móviles, juegos, auriculares y algún que otro sueñecito. A la llegada descubrimos que el poco rato que dejamos a descubierto nuestros cuerpos serranos un enrojecimiento “guiri cangrejo” se había extendido por caras, hombros y espalda. Pues nada, a comprar Aloe Vera y crema aftersun para revolcarse en ellas como croquetas. A ver que aspecto presenta la tropa mañana para nuestro primer día de clase y la prueba de nivel previa a la distribución en las aulas.
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