viernes, 12 de julio de 2013

11 Everglades

 

Esta mañana se nos hizo extraño encontrarnos todos con pantalón largo y camisa, pero como sabíamos que nos esperaban las Everglades y los posibles ataques de mosquitos, todos tuvimos la precaución de protegernos, porque está visto que eso de la famosa pulserita en la que os gastasteis unos buenos euros son, como dice Claudia, “una leyenda urbana” y su eficacia en el campo de batalla deja mucho que desear.

Tras las clases, un almuerzo que en esta ocasión fracasó estrepitosamente: bocadillo de paté con queso, sopa de ???? y plátano, con lo que en tres minutos estaban todos de camino al burguer, que está al lado, acompañados de un “rojo” (monitor de actividades) porque no pueden salir solos ni al portal. En definitiva, me quedé solo con dos valientes que intentan evitar la comida basura con éxito dispar: Diana, que lo va consiguiendo, y Patricia, que sucumbe a la tentación y luego se arrepiente y se “flagela” queriendo salir a correr… ¡¡Aquí en Florida!! ¡¡Con este calor"!! ¡¡Ilusa!!

Regresaron todos con una sonrisa en la cara y dispuestos a emprender viaje a las Everglades con la esperanza de, no solo avistar caimanes y demás fauna, sino a ver si aparecía alguno de los del CSI Miami buscando las pruebas de algún crimen. Una vez en nuestro destino, tapados hasta las orejas y con un sol de justicia, montamos en los famosos “airboats”, que son esos barcos con las enormes hélices de propulsión y que hacen un ruido infernal, para lo que nos suministraron unos discretos tapones naranja para los oídos. La sensación de estar montado en un reactor sobre la hierba y el agua es lo que a uno le viene a la cabeza cuando esa máquina acelera y se puede oír a millas de distancia, de manera que sujetamos fuerte nuestras gorras y achinamos los ojos mientras algunos, temerosos, manoteaban al aire por si alguno de los cientos de libélulas que levantaban vuelo los atacaba. En esto se apaga el motor y un magnífico ejemplar de caimán se mecía en las olas que levantaba el paso del barco y allí permaneció mientras el capitán desde su “trono-atalaya” nos explicaba los pormenores de la dieta de estos temibles anfibios, para los que al parecer la carne humana no es un plato de gusto. Poco después emprendemos ruta y hacemos diversas paradas para poder escuchar la explicación de la persona al mando, a pesar de que a alguno le resulta complicado seguirle por su profundo acento sureño. Esto es como ser inglés y pretender entender a un gaditano de noche y tras unos rebujitos.

De vuelta al embarcadero nos vamos rápidamente a ver un espectáculo de un valiente (o temerario) que se mete en un piscina con dos caimanes, uno de ellos de unos 4 metros de largo y unos 50 años de edad y, mientras nos explica lo va cogiendo de la cola, lo gira, le levanta las fauces o lo empuja, con una sangre fría digna de admiración; mientras que a la hembra casi ni se acerca pues está vigilando su nido con los huevos desde el agua y, para demostrar como lo defiende, se aproximó a unos dos metros y esta bufó amenazadora, mientras se apoyaba en sus cuatro patas y abría la boca mostrando sus armas. Tras este show, nos permitieron coger y tocar unas crías de caimanes, que hasta los más reticentes acabaron por coger para la foto. Luego un paseo viendo serpientes, tortugas, panteras, linces y otras especies animales y corriendo al bus porque se oía la tormenta a lo lejos y el calor era abrasador; tanto es así que lo que más éxito tuvo fue la máquina de refrescos y agua del lugar.

Estábamos de vuelta con más de una hora de antelación, así que teníamos tiempo para jugar a la XBox, con lo que se montó una buena partida en la que el rey fue Anthony, uno de los “rojos” y, paralelamente, una buena partida de ping-pong, en el que el rey indiscutible fue Charles, que hizo a varios pasar bajo la mesa por perder por 7-0, entre ellos estaban Rubén, María, Paula, Claudia, Alex y, el más reiterativo, Alberto. En medio de la diversión, aparecieron las familias y cada uno a su casa.

 

2 comentarios:

  1. Pensé que lo de comer mal era exclusivo de U.K., pero está visto que no. Ahora entiendo la obesidad en USA. Todo el mundo recurre a la fastfood. A ese colegio que manden, por Dios, al chef Ramsey y se acabe la pesadilla. Si mi hijo adelgaza más, con una simple brisilla me aparecerá aquí sin haber utilizado la ESTa. Sigue así, reportero Tribulete. Besitos

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  2. publiqué varios comentarios en las distintas entradas pero no se si salen. besos

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